Estas pinturas fueron seleccionadas porque todas ellas narran historias, historias reales, cual instantáneas de escenas de vida.
A través de su representación, la obra plástica intenta dar imagen y voz a aquéllos, siempre silenciados u olvidados de la equidad y la justicia.
Sus personajes viven, trabajan, sienten y se transforman en espacios hostiles. La niña cartonera tiene nombre y cada fin de semana llama a las puertas buscando una mano extendida. Natalia existe, es travesti y es villera, por lo cual su vida se torna doblemente difícil. Los niños en la calle, las mujeres quitándose las vendas, el refugiado, que aún no sabe dónde irá, mi cholitai sentada en la vereda, vende sus verduras bajo el sol arrasador del verano o el invierno más crudo...y así seguiría describiendo.
Dicen que hay tribus que caminan sin detenerse buscando un paraíso. Lo hacen con esperanza porque su relato, ese que transmiten de generación en generación, asegura que dicho lugar existe en la tierra.
Los personajes que integran las dos pinturas referidas al “Paraíso” parecen no encontrarlo. Parecen hacinados en el intento, o sufrientes por las continuas frustraciones, por su situación de excluidos.
Si bien la resolución plástica se vale de colores intensos, la pobreza, la intemperie, la discriminación, están presentes en estas pinturas. Sus personajes añoran igualdad y sus miradas expresan un interior valiente del que emanan sus propias sabidurías y fortalezas de espíritu.
Disolviendo fronteras, abriendo lazos, mirando al otro. Reconociendo la vulnerabilidad de quienes padecen y clamando por un entramado social más justo, lo humano se enaltece.
Marcela Motta